¿Qué significa ser buena persona?

Esta pregunta es más difícil de responder de lo que pueda parecer.

Ser “buena persona” encierra todo un conjunto de comportamientos, conductas, cogniciones, actitudes y motivaciones tan extenso que es imposible delimitar su significado.

Además, no solo es difícil delimitar este concepto en sí mismo, sino que además es extremadamente complicado realizar una definición que trascienda toda cultura, sociedad y colectivo. Es decir, no en todas las culturas tienen la misma noción de este concepto, en unas lo determinará unos valores y sistemas de creencias que, en otros, totalmente diferentes. Incluso dentro de la misma cultura el contexto determina el significado de este concepto. ¿Crees que el concepto de «buena persona» sería igual en una dictadura que en una democracia? ¿Sería igual en un contexto de escasez que en un contexto de abundancia? Probablemente no.

«Buena persona» es un constructo formado por dos palabras. Ser es una cuestión de orden metafísico que quizá en este contexto y en el tema que nos ocupa no merece la pena profundizar.

Sin embargo el elemento clave aquí es la bondad. Sin duda, una cualidad total y absolutamente subjetiva, susceptible de evaluación por parte de cualquiera.

Esa evaluación, la de sí alguien es bueno o malo, está influenciada por muchísimas variables, como la historia de vida de quien evalúa, su personalidad, su contexto social y familiar, largo etcétera.

Una autoexigencia mal fundamentada.

Nuestras figuras más representativas en nuestra infancia como padres y profesores suelen expresar que su deseo, cuando somos pequeños, es que nos convirtamos en buenas personas. De hecho, este deseo, que se manifiesta de muchas formas a través de un estilo educativo concreto, está presente desde los primeros años de nuestra infancia. Como si de una semilla se tratara, va creciendo y se va integrando en nuestra concepción de la ética. Pero, tal como se ha mencionado anteriormente, la noción de ser “buena persona” está muy presente en nuestra forma de vivir y al mismo tiempo está poco definida. ¿Qué hace falta para ser buena persona? La tendencia de tratar de ser buenas personas se traduce en realizar acciones que no generen daño o que supongan un beneficio directo o indirecto para alguien. El problema viene cuando esta tendencia se convierte en algo cercano a una obsesión.

Y es que si concebimos que para ser buena persona no podemos dañar a nadie y hemos de tener el control total de nuestra conducta todo el tiempo, el panorama no parece muy alentador. En la vida, a veces dañamos a gente, con o sin intención, y perdemos el control, hacemos o decimos cosas de las que nos podemos arrepentir… En definitiva, nuestra condición nos predispone a cometer errores que pueden afectar a otros y dañarles.

Entonces, ¿no hay buenas y malas personas?

No es que haya o deje de haber buenas o malas personas. Más bien, la forma que tenemos de obtener y facilitar información de una persona es disfuncional la mayoría de veces. ¿Cómo crearnos una idea fidedigna de la bondad de una persona? Tal vez sea más interesante una evaluación sobre la conducta de la persona que sobre la propia persona.

No, no existen personas buenas o malas. Existen conductas que pueden ser consideradas y reducidas a “buenas” o “malas”, pero aun así, es necesario contextualizarlas, ya que a veces una conducta determinada puede ser socialmente considerada como dañina, pero al situar en un contexto, la imagen de esta conducta puede cambiar e incluso llegar a ser considerada como positiva.

A.A