El valor de perdonar:

Por lo general solemos considerar el perdón como un valor humano. Nos puede valer como ofensor para liberarnos de la culpa y como ofendidos liberarnos de sentimientos de rencor y resentimientos. No siempre que pedimos perdón significa que no tenemos que compensar de alguna otra manera nuestro error. Debemos saber pedir perdón de la misma manera que sabemos perdonar, porque implica de algún modo que reconozcamos la culpa y el daño cometido a la otra persona. En psicología se consideran ambas acciones como capacidades del ser humano con efectos terapéuticos positivos.

Muchas religiones tratan en su doctrina elementos como el perdón, el arrepentimiento y el sacrificio. Se habla del perdón en los libros sagrados, oraciones y plegarias. El perdón se suele representar a través de distintos rituales.

En el cristianismo, por ejemplo, el Sacramento de la Reconciliación o Penitencia también se conoce como el Sacramento del Perdón. En el judaísmo, el Yom Kipur es el Día del Arrepentimiento o el día del Perdón.

Pedir perdón es equivalente a disculparse. Es un concepto genérico ya que se puede aplicar a diferentes contextos. Se puede pedir perdón a una persona, a un grupo o institución o a una divinidad.

Pedir perdón se suele asociar a la humildad por reconocer que se ha cometido un error y también suele mostrar que la persona muestra intención de rectificar o compensar, de algún modo ese error. Algunas expresiones sencillas utilizadas para pedir perdón son: ‘lo siento’, ‘disculpa’, ‘te pido perdón’, ‘perdona’, ‘perdóname’ o simplemente, ‘perdón’.

José Manuel Garrido. Psicólogo profesional con más de 20 años de experiencia en diversos ámbitos de la psicología aplicada.

Nos señala que perdonar es todo un reto, que cuando alguien te insulta, te traiciona, te agrede física o emocionalmente es decir te ataca de algún modo tu reacción natural es desdeñar a quien lo hizo y albergar un sentimiento confuso, pero de frustración, dolor, ira resentimiento e incluso venganza. Esto es una respuesta lógica y natural del ser humano que suele traer consigo varios inconvenientes. Algunos estudios han revelado que se les hace difícil perdonar tienden a sufrir niveles altos de presión arterial y frecuencia cardiaca, entre otros problemas de salud.

También cabe señalar que la carga emocional que la incapacidad de perdonar nos traslada (o tal vez como consecuencia de esa carga) las reacciones naturales de ‘no perdonar’, asociadas con la culpa, la hostilidad, el odio, la rabia, se han vinculado además con enfermedades cardiovasculares y muertes tempranas.

¿Por qué es tan importante perdonar?

Las ventajas del perdón han sido reveladas por la ciencia en diversas investigaciones, aunque las diferentes corrientes religiosas ya han predicado su práctica durante la extensa historia de la humanidad.

Mientras que desde el ámbito religioso se sostiene que perdonar enriquece el alma y te acerca a Dios, los beneficios de perdonar, que desde hace algún tiempo viene reclamando también la atención científica, van mucho más allá de lo estrictamente espiritual.

Así el valor del perdón se extiende a beneficios como la disminución del dolor crónico, del comportamiento violento, de ciertas dificultades cardiovasculares, al aumento de la esperanza, la tolerancia, la mitigación de los niveles de ansiedad y depresión, entre otros efectos menos estudiados, aunque no por ello menos evidentes.

Perdonar es terapéutico:

Perdonar es un componente relativamente nuevo en la psicoterapia, que comenzó a incorporarse de manera paulatina en los años 70, pero no fue hasta la década de los 90 cuando se empezó a considerar como una herramienta terapéutica de efectos observables sobre la salud física y mental.

En el ámbito clínico se han propuesto distintas intervenciones diseñadas para estimular el perdón, que en general tienden a centrarse en la vivencia del daño percibido y en la expresión adecuada de reacciones conductuales, pensamientos y sentimientos.

Básicamente el perdón es una decisión de dejar de lado el resentimiento y los pensamientos de venganza. Y aunque a menudo consideramos que perdonar puede despejar el camino para que el otro individuo continúe con sus ofensas y humillaciones, es un acto crucial para librarnos de la rabia y el dolor que se apodera de nuestra emocionalidad en esas situaciones extremas.

Debemos tener en cuenta que perdonar:

Supone mucho más que una simple palabra, implica comprenderse profundamente a uno mismo y a nuestros semejantes, permitiéndonos entender la razón de por qué lo hacemos.

No es aceptar lo inaceptable, ni asumir maltratos, infidelidades, abusos, agresiones, etc. Tampoco significa hacer creer que no ha pasado nada, porque se estaría obviando la realidad y, por ende, se acumularían resentimientos o recelos.

Asimismo, no es ratar de olvidar lo sucedido, aunque exige aprender de estas experiencias negativas.

Es liberarse de emociones destructivas y negativas que de otro modo nos acompañarían durante toda la vida.

Es sobre todo la capacidad de comprender la perspectiva de los demás, apartando los cuestionamientos, los prejuicios, la culpa, el rencor y los reproches.

En resumen, perdonar nos hace mejores, y los resultados de distintos estudios sugieren que las intervenciones terapéuticas que promueven el perdón llevan a reducir los efectos negativos que para la salud mental tiene el “no-perdón”, produciendo incrementos objetivos de la autoestima.

En general, los niveles de perdón correlacionan positivamente con indicadores de salud mental y negativamente con indicadores de estrés o ansiedad.

El valor del perdón y su influencia

El no perdonar nos vuelve más intolerantes con nosotros mismos y con nuestros semejantes. De manera que reconocer una equivocación, ajena o propia, así como entenderla y perdonarla, implica una nueva oportunidad de continuar nuestras vidas sin cargas negativas, rompiendo el vínculo con las malas experiencias del pasado y sin arrastrar ningún resentimiento o rencor.

El valor del perdón radica por tanto en su poder de influencia sobre nuestro entorno y sobre nosotros mismos, ayudándonos a crecer en los siguientes aspectos:

Nos permite ser más más generosos, más realistas, más tolerantes y más felices.
Nos ubica, a nosotros y a los que nos rodean, en un nuevo punto de partida desde el que se puede comenzar otra vez sin arrastrar vivencias negativas que ocurrieron en el pasado.

El perdón tiene el poder de liberarnos, tanto a quien perdona como a la persona que es perdonada. Además, sella la incomprensión y las malas situaciones pasadas, impulsándonos a enfocarnos en el presente y en nuestro futuro.

Perdonar es una oportunidad de entender que no somos perfectos, que es natural cometer errores y que cada individuo es un mundo que alberga sentimientos diferentes.

Saber perdonar, los cuatro elementos del perdón

De los diferentes estudios revisados hemos extraído cuatro elementos básicos que consideramos deben formar parte de cualquier proceso orientado al perdón. Estos son: expresar la emoción, entender el por qué, reconstruir la seguridad y soltar.

No tienen por qué presentarse en un orden concreto, aunque si es extremadamente importante que los tres primeros se hayan superado adecuadamente antes de llegar al último para completar el proceso.

Expresar la emoción

Cualquiera que sea el delito, la injusticia o la ofensa, el que perdona necesita expresar plenamente cómo se siente. Si la situación provoca ira, tristeza o rabia, esos sentimientos necesitan ser sentidos y expresados.

Si puede expresarse ante el autor de la ofensa, mucho mejor. Si no es así, se puede utilizar un sustituto, como la técnica de la silla vacía, una carta personal o gritando en el coche con las ventanillas bajadas.

Entender por qué

Nuestro cerebro continuará buscando una explicación hasta que esté satisfecho. Probablemente nunca estaremos de acuerdo con el agresor, pero necesitamos algún esquema que explique por qué ocurrió.
En algunas situaciones, incluso una aceptación de aleatoriedad o casualidad puede ser una explicación suficiente.

Reconstruir la seguridad

El que perdona necesita sentir una razonable seguridad de que el acto no se repetirá. Tanto si es en forma de una disculpa sincera por parte del autor, como una defensa más fuerte contra futuros ataques o la eliminación de la influencia de esa persona, es necesario un mínimo nivel de confianza y seguridad.

Soltar, dejar ir

Una vez procesado el sentimiento, entendido por qué pasó y con la seguridad de que no volverá a ocurrir, es el momento de tomar una decisión difícil. Dejar ir es hacer una promesa de no guardar rencor.

Pero además, dejar ir es hacerse una promesa a sí mismo de que va a dejar de pensar, reproducir, rumiar, perseverar en la injusticia. Si dejar ir parece imposible, es probable que sea debido a que algunos de los tres primeros elementos no habían sido suficientemente superados.

Como dice Leonel Narváez «Perdonar no va a cambiar tu pasado, pero si cambiará tu futuro».

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