Todos en nuestras vidas nos hemos sentido víctimas en algún momento. El proceso del perdón se inicia al reconocer que algo en nosotros está atascado desde hace tal vez mucho tiempo en relación a alguien o a algo que vivimos como injusto o como un daño personal.
El dolor dentro de cada uno también se relaciona con una determinada visión de cómo deben ser las cosas o las personas, así como con una propia imagen interna. Para que una vivencia perdure y nos haga comportarnos de una determinada manera es imprescindible que existan aspectos desconocidos que nos atan a la misma.
Conocer nuestras identificaciones de pensamiento, corporales y emocionales nos dan señales para conocer nuestro verdadero enredo. Desplegar este contenido y declarar un cambio verbalmente y desde el organismo nos posibilita empezar a responder y dejar de reaccionar ante algo.
El único posible perdón es a uno mismo y cada momento es una oportunidad de emprender un viaje hacia el sí mismo que modifica la vivencia.
EL PERDÓN DE ACUERDO A BERT HELLINGER
Proviene como concepto de la cultura judeo-cristiana a la que pertenecemos y nos aleja de nuestros semejantes, colocándonos bien por encima si nos sentimos moralmente superiores y víctimas de un daño, o por debajo si queremos la expiación de esa persona a quien hemos dañado o en su lugar sustituirla por un “Dios”. Para salir de una rueda de víctima- perpetrador el primer paso es comprender que es diferente si he sido el agresor o el agredido.
Si he infringido un daño
1.Reconocer el daño que se ha provocado. Ahora asumo que yo fui capaz de generar ese daño. Ahora asumo toda la responsabilidad del daño que te he ocasionado. Si no lo asumo, mis descendientes van a pagar por lo no asumido.
2.Asumo las consecuencias: que me temas o que me rechaces.
3.Decido compensar. Tal vez ya no sea posible contigo, pero ahora esa decisión me acompaña con el resto de las personas.
Si yo he sido víctima de alguien
1.Imagino al perpetrador delante de mí y reconozco la oportunidad de decirle que me hiciste mucho daño tal vez incluso irreparable y esperamos a ver qué ocurre en mí… Poco a poco sube una parte de venganza perpetradora en mi y la saludo, le doy su espacio. Es natural que cada ser humano defienda su propia supervivencia.
2.Me descubro con ganas de hacer un daño incluso mayor del que he padecido y puedo decirle al otro: “Soy igual que tú”.
3.Ahora miro más allá. Reconozco el daño que mis ancestros hicieron a tus ancestros y observo la transformación que ocurre en quien fuera mi perpetrador y en mí mismo/a
5.La culpa asumida permite convertirse en persona. La inocencia es de los niños. Honramos esa capacidad de hacer daño que forma parte de la supervivencia de la especie y me hace igual a cualquier ser humano y de su condición.
Si necesitas un proceso del perdón puedes contactar en la pestaña servicios